viernes, 19 de enero de 2007

El coqueteo más fuerte

Sonaba "Tu Calorro" de los españoles de Stopa. Las paredes rojas de la discoteca alguna vez llamada La Santa Sede y ahora simplemente La Sede, porque de Santa no tenía pero nada, daban un tono sanguíneo a su piel, como cuando una mujer está "acalorada".
Era hermosa. Sus rulos negros y brillantes enmarcaban su rostro, que, guiado por su fina nariz, apuntaba hacia mí la mirada.
Le dije que vayamos a bailar, pero ya nos estábamos quitando. Mi invitación fue tan galante y arremetedora que, antes de intimidarse, soltó una carcajada de nervios y solución. Estiro su fino dedo índice, me acarició el mentón de atrás hacia adelante, como invitándome a besarla (pero en la frente porque me empujó la cabeza hacia arriba), mientras ladeaba su cuerpo y sus caderas, levantando levemente el taco de una de sus botas al ritmo de la música. Y al dejar de tocarme con ese delgado y hermoso dedo, terminaba de reir y de girar, mientras mis suelas tocaban el piso nuevamente y yo retomaba el equilibrio para no irme de bruces contra la barroca pared de atrás de ella.
- Mierda! Qué linda que es - me dije.

El resto de la noche no me dió más caricias ni miradas. Así era J. Y así me tuvo hasta el aburrimiento.