domingo, 11 de enero de 2015


Fue culpa del Negro y su afán por las papas rellenas. Se ha peleado con una tía por un vuelto de 10 céntimos y la señora es la engreída de la barra. De la nada, siento un codazo en la cabeza. Me agacho cubriéndome la nuca.

Alcanzo a ver la zapatilla de mi hermano pero no en su pie. El instinto de protección se me enciende mientras sigo recibiendo golpes. El Negro también es mi familia, tengo que salvar a este par de huevones.

Antes de ponerme todo lo berserker que me he imaginado, una mano recia y aspera de pela papas me jala del cuello mientras grita ¡ya carajo, suelten a los chibolos! – Tía, pero te estamos defendiendo - ¡Suelta mierda! ¿o quieres que hable a tu mamá regresando a la casa?

Entre los últimos lapos que recibo, veo que el Negro y la Daga están a salvo, bien abollados eso sí… el Negro incluso está llorando. Muy piraña se cree pero aun no le llega ni a los talones al abuelo.

Menos mal se parece harto a él. Esa tía no nos salvó a nosotros. Salvo a los de la barra. El abuelo los hubiera arrasado uno por uno si nos llegaban a cagar bien. Menos mal que la tía se dio cuenta. Y menos mal que ganamos clásico.


Ella ya tenía el pasaje, pero la vigencia era una fecha estricta, el abordaje no podía pasar de esa noche. Mi pasaje aun tenía que conseguirlo y era yo el motivo del viaje. El tiempo se me acababa, el permiso me estaba denegado, el dinero era inexistente. Lo único que estaba fluyendo era su natural y amorosa forma de ponerme el abrigo y de apurarme.

La fría ciudad de amplias calles y enormes edificios de granito permitía un libre y descongestionado tránsito… en verdad parecía desierta. Aun así, vivía mucha gente ahí. Todos sofisticados, todos fríos y cálidos a la vez. Nunca sabías quien sufría ni quien era pobre… yo era pobre. Mi madre no. Aun así, yo era pobre. Me escaseaba el tiempo y la salud y sin eso mis créditos eran casi nulos. Y aun así debía abordar un avión esa noche, sin tener siquiera el pasaje.

Todo para acudir a una audiencia con un insensible y soberbio experto que bien podría ser mi padre en el país más desarrollado del mundo. Allá vamos, a que me salve el pellejo, aunque yo preferiría que ya sea mañana y volver al colegio, por más que mis compañeros no se dignen ni a molestarme.


ENTRENAMIENTO: tractor - botón - ángel


Manejar un tractor no es tan difícil como parece. Menos aun si has crecido en el campo, como toda mi familia. Sé manejar autos en la ciudad, y un tractor no es tan diferente… además, uno se acostumbra a todo.

He detenido el arado porque vi algo brillar por el sol delante del vehículo. Piso la tierra húmeda y las botas chapotean entre los charcos de la lluvia de anoche. Me acerco y me inclino para recogerlo. Es un botón de plata, de esos que mi abuela le contó a mi madre que a veces se le cae a un ángel de su túnica cuando llueve mucho.

Mi madre aceptó coser el botón al cuello del vestido de mi abuela. Ahora una luz DE LUNA sale de su ataúd y la gente se acerca a despedirse entre el miedo y el asombro.


Yo me río para mis adentros y agradezco al cielo por el regalo de bienvenida.