viernes, 25 de septiembre de 2009

Mi muerte


A los ochentaitantos años, hecho un viejo cocho, se me ocurrió forrarme en cuero y dar unas vueltas en mi vieja moto.

La máquina funcionaba bien, ella no tuvo la culpa. El problema fue al bajar el pie a la pista en una curva hacia la izquierda. El temor hizo su labor y la duda me enganchó los pasadores de cuero del pantalón a la pata de gallo de la moto, que giró hasta tocar el suelo. El asfalto frenó mi pié hacia atrás, y la improvisada palanca atrapó mis huesos entre la velocidad y el metal. Mi tobillo y canilla se fracturaron en el acto. Ayudadas por la osteoporosis, las astillas atravesaron la arrugada piel. Perdí el equilibrio y la moto se me vino encima. Rodé, reboté, me aplasté y exploté por dentro. Mi querida moto se maltrató bien y mi cuerpo cedió a la muerte en medio de quemaduras, fracturas, hemorragias y despedidas.

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