miércoles, 10 de marzo de 1999

Dispara cuando quieras



No soporto el ruido de la luz,
prefiero contemplarte desde un rincón oscuro y sucio,
que me contamina con su nada,
que me ahueca el alma,
tanto, que el viento podría llevarme volando,
para empezar a caer en un abismo
y continuar cayendo
hasta que recupere el control de mis alas
y te vea reflejada en la luna llena sobre el mar,
derramando tu luz sobre el líquido inmenso.

Entonces empezaré a llorar para desahogarme del vacío,
expulsarlo
y dejar que me llenes con tu luz
y me desorientes con tu escándalo
y deambule como un ciego
y flote atontado en el oscuro firmamento de las desgracias humanas
sin percatarme de una sola
porque hasta me habré olvidado de las mías,
me habré olvidado de quien soy
y seré quien tu quieras.

Te amaré hasta que te desmayes
y me pidas tiempo para recuperarte de mis golpes,
y me contraataques con los dientes afilados y húmedos
y bebas mi sangre, fiera insaciable.

Déjame amarte de nuevo,
deja escapar tus poderes dormidos,
abre tus piernas y estrangúlame cuando haya caído en la trampa.

Besaré tus pies si me perdonas la vida
pero haré que te arrepientas de haberme dejado ir,
ángel malvado,
quiero que me dejes vivir para ti y por ti,
yo te haré sufrir como te gusta
y no serán en vano las lágrimas que derrames

Ahora soy una estatua triste y gris en un parque desierto y profundo,
con manchas de colores obra de almas traviesas e irrespetuosas,
pero sé que tu sudor puede disolver mi inmovilidad
y sé que quieres que sea así.

Estoy listo,
dispara cuando quieras,
estoy listo,
lo estoy esperando.

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