jueves, 25 de marzo de 1999

Engreída




Vi llover fuego del cielo, ¿o salía de la tierra? quizás pero no veía tierra, vi el cielo en llamas. Lo suficientemente lejos como para sentirme seguro y suspirar de satisfacción con el hermoso y terrible espectáculo.

Ni siquiera se me ocurrió preocuparme. Tengo seres queridos en esa dirección (tal vez el fuego salía del mar) pero no percibo dolor alguno, hasta el mío se ha apagado.

Me hubiera gustado que ella estuviera conmigo ahí, con el vacío a un lado y el polvo al otro. La habría envuelto con mis brazos calientes y la hubiera hecho desaparecer en mi pecho y entre mis cabellos salados.

Luego escuché trompetas, pensé que era mi corazón golpeando mis huesos pero eso no produce ruido, no el que oí. Tampoco eran del ejército emplumado que creí ver entre las nubes. Era el caos del infierno celeste, el colorido más ilógico, una destrucción pacífica y bella, impactante y carnal.

¿Cómo puede haber tanta armonía en medio de tal desgracia? ¿Qué tipo de amor es éste? No sé si asustarme o respirar profundamente.

Ya no importa, porque no sentí más necesidad de mirar, me pude mover nuevamente y mejor que antes. Levanté algo de polvo al tocar el piso, ya estaba más oscuro pero no más tranquilo. Todo es peor cuando miras hacia adentro, todo se puede masticar y eso es malo, muy malo.

De regreso me di cuenta que la tenía prendida de mi pecho, muy poco de ella por fuera, muy poco masticable, y también jalaba de mis cabellos, yo se que le gusta hacer eso y por eso la dejé.

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