Ella ya tenía el pasaje, pero la
vigencia era una fecha estricta, el abordaje no podía pasar de esa noche. Mi
pasaje aun tenía que conseguirlo y era yo el motivo del viaje. El tiempo se me
acababa, el permiso me estaba denegado, el dinero era inexistente. Lo único que
estaba fluyendo era su natural y amorosa forma de ponerme el abrigo y de
apurarme.
La fría ciudad de amplias calles
y enormes edificios de granito permitía un libre y descongestionado tránsito…
en verdad parecía desierta. Aun así, vivía mucha gente ahí. Todos sofisticados,
todos fríos y cálidos a la vez. Nunca sabías quien sufría ni quien era pobre…
yo era pobre. Mi madre no. Aun así, yo era pobre. Me escaseaba el tiempo y la
salud y sin eso mis créditos eran casi nulos. Y aun así debía abordar un avión
esa noche, sin tener siquiera el pasaje.
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